No sé si recordáis que hace unas semanitas os hablé sobre una excursión familiar que hicimos la mar de chula. Os expliqué la primera parte de la excursión, que consistió en atravesar este túnel.
Pues bien, una vez salimos del túnel, fuimos hasta Mioño, el pueblo en el que creció mi padre.
La playa de Mioño es de esas a prueba de riñones, o sea, de cantos rodados, con algún pequeño claro de arena. Hacía muchísimos años que no iba y me gustó verla de nuevo.
De pequeños pasamos ratos muy buenos cuando mi padre nos venía a buscar al cole y nos llevaba allí para jugar a las “olimpiadas“ en la arena (o que me cayera encima una ola porque nadie me avisó….. que me acuerdo!).
Continuando por la costa, nos acercamos al cargadero.
En el 2009 rehabilitaron el acceso de manera que ahora se puede llegar cómodamente hasta el mismo cargadero atravesando los túneles por los que antiguamente sólo circulaban las vagonetas de mineral. Antes lo hacíamos igual pero era más peligroso… era genial!
Creo que es la única de este tipo de construcciones mineras que queda en pie. Es una joya que, por favor espero, seamos capaces de conservar. Está formado por una estructura metálica impresionante apoyada en uno de los extremos es la costa y en su punto medio en un inmenso pilar de hormigón que nace del agua. Sobre la estructura metálica, solo un suelo formado por gruesos tablones de madera de los que ya no queda casi ni uno.
Nos paramos, lo miramos, admiramos y dejamos atrás, subiendo la escarpada costa por un diminuto caminito.
Una vez arriba, un último vistazo… y un hasta pronto.
Un suave paseo a través de las campas nos llevó hasta Castro. La vista era preciosa.
Por qué la costa del norte es tan bonita????
Me encantó recordar esta excursión que hacíamos antaño, cuando todo era más difícil, peligroso y emocionante. Aunque ahora… con esta compañía… creo que no puedo pedir más.
Ya tengo pensada la próxima!